¡Si, también Madrid tiene un poco de Egipto!
Aunque por motivos lastimosos y a sabiendas de que ninguna flor exótica crece bien, lejos de su tierra madre, aquí sí se ha dado ese extraño fenómeno. Ha sido la única manera de rescatar éste monumento de valor incalculable, pues ¿de qué de otro modo se hubiera salvado de las aguas?
Pasear por Madrid y descubrirlo es todo un acontecimiento... Así es de plural y variopinta la capital española, que tiene tanta oferta para la satisfacción de diversos gustos. Este retacito de Egipto está situado en el Parque Oeste madrileño, también llamado “la Montaña del Príncipe Pío”, la cornisa oeste de la ciudad, es un solar histórico, pues en la guerra civil española, se hicieron las trincheras defensivas.
Sin embargo, la sencillez y a la vez majestad del templo egipcio, ha sabido cambiar la vibración de reyertas del pasado, por un plácido presente exento de litigios. Lo primero que sentimos es el rumor suave del agua en la fuente, como queriendo llamar al respeto del lugar santo, con ese “ssssss” del silencio conventual que prioriza el trasunto actual del enclave que le da la vida.
Es el primer parque público de Madrid muy cerca de la Plaza de España. Desde su natural balcón se divisa una hermosa perspectiva de la cuidad: jardines, monumentos, barrios y el Palacio Real. El Templo de Debod tiene una historia singular, es como el hijo huérfano de Egipto, que adoptó la cultura europea, el folleto informativo dice así:
“El templo de Debod estaba situado al sur de Egipto, en la Baja Nubia, muy cerca de la primera catarata y del gran centro religioso dedicado a la diosa Isis, en la isla de Filé. Esta región, fronteriza con el poderoso reino de Meroe, fue objeto de disputa entre los gobernantes egipcios y meroitas hasta el siglo I antes de Cristo, cuando el emperador romano Augusto estableció definitivamente la frontera.
A partir del siglo III después de Cristo, la región quedó en manos de los nómadas del desierto, fuera del control romano. La construcción del templo la inició, a comienzos del siglo II antes de Cristo, el rey de Menroa, Adijalamani, quien levantó una capilla dedicada a los dioses Amón e Isis.
La capilla, decorada con relieves, es uno de los pocos lugares donde se documenta a éste monarca. Posteriormente distintos reyes de la dinastía ptolemaica, construyeron nuevas estancias alrededor del núcleo original, hasta darle un aspecto más parecido al actual.
Luego de ser anexionado Egipto al Imperio Romano, serán los emperadores Augusto, Tiberio y, tal vez Adriano, los que culminaron la construcción y decoración del edificio. Con el cierre de los santuarios de Isis en Filé, en el siglo VI, el Templo quedó abandonado.
La construcción de la gran presa de Asuán y la consiguiente amenaza para los monumentos y lugares arqueológicos de la Baja Nubia, llevó a la UNESCO, a hacer un llamamiento internacional, en 1960, para salvar los monumentos en peligro. España obtuvo en 1968 el templo de Debod en agradecimiento por la ayuda prestada en el salvamento de Abu Simbel, reconstruido y abierto al público desde 1972, el templo de Debod, constituye uno de los pocos testimonios arquitectónicos egipcios que pueden verse completos fuera de Egipto y el único de sus características existente en España.”
La “odisea” del Templo de Debod en peregrinación o exilio, tuvo un buen fin. A “pesar de los pesares” sufridos por los amantes de la arqueología y de la antropología, fue reconstruido piedra a piedra. El templo cumple fielmente con la evocación de los momentos sublimes que forjaron su historia.
Su arquitectura además de poseer una sobriedad elegante, es muy sencilla; consta de dos plantas para usos diferenciados. En la primera, la fachada principal tiene cuatro columnas floridas, con forma de lotos cristicos (Horus) y nos recuerdan a las cuatro columnas que sustentan el conocimiento gnóstico: -ciencia, arte, filosofía y mística-.
Pasamos a un vestíbulo amplio que da a la capilla central, Aquí ya se comienza a disfrutar de los relieves. Ellos abundan por todas las paredes y en su gran mayoría son representaciones de variadas ofrendas. El rey de Menroa Adijalamani en mística oblación, ofrenda al dios Toht quien se halla purificando las aguas para el faraón. Sigue ofrendando el rey a diversos dioses así como a los sacerdotes hieráticos con bandejas de panes, ánforas, perfumes y su propio corazón.
Con la imaginación consciente, nos extasiamos en las ofrendas, del aroma de los ramilletes de flores frescas y nos deleitamos con el tintineo de los sistros en melodía salmódica; la magia de los inciensos nos transporta y los encantados brebajes de los vasos sagrados transforman nuestro ánimo espiritual, para llevarnos a otro estado conscientivo. ¡Así pasamos de lo vulgar de la vida horizontal, a lo trascendental de la vida anímica!
Siguiendo el curso de la propia nave, nos topamos de frente con el sacta sanctórum. El llamado Naos de Amón, construido por Ptolomeo XII para la adoración del dios Amón. Es una cripta, un sagrario sobrecogedor, un lugar destinado a la divinidad al que solo tenían acceso los sacerdotes, en los relieves alusivos, vemos a sendas cobras custodiándolo. Pequeños corredores y criptas completan las estancias del templo en donde se custodiaban los utensilios de los oficiantes.
Las capillas laterales apuntan en dirección al cielo estrellado de Egipto, muestran en sus gravados a los eternos oficiantes, con pectorales, amuletos y demás atributos que proclaman su estirpe. Faltan las estatuas de los sacerdotes que cristalizaron los ritos, pero ahí quedaron sus múltiples ofrendas:
¡Para que no se nos olvide, el ser agradecidos.
¡Para que no se nos olvide el tributar a quien nos dio todo lo que poseemos.
¡Para que no se nos olvide ubicar nuestro cielo del Amenti.
¡Para que no se nos olvide luchar hasta el fin.
Queda la huella del atardecer, del sur y de la muerte de Osiris, del ocaso y del acaso de los tiempos en donde además de agradecer, hoy pedimos misericordia. Por una estrecha escalera, se llega a la parte superior, allí se conservan ciertos gravados de varios elementos del Santuario, como la gola que presidía el portal de acceso al templo. En ella hay relieves que aluden al micro-universo y que servían de amuletos protectores contra las fuerzas negativas o maleficios.
Se distingue con claridad al escarabajo sagrado, con sus alas extendidas como signo solar y a sus lados a las dos cobras hermanas protegiendo al dios Horus. Hay también sillares y estelas con gravados difuminados por el tiempo.
No cabe duda de que es un templo-adoratorio, que nos sugiere afablemente, la idea de la ofrendar.
*Una ofrenda desinteresada que lleva el signo de lo sublime.
*Una ofrenda de agradecimiento que incluye la clave de la alegría.
*Una ofrenda de alabanza por la vida y por la muerte.
*Una ofrenda de búsqueda del contacto con lo Eterno.
*Una ofrenda en la certeza del saber que somos parte de la Divinidad.
Porque todos sus relieves realzan la actitud de la ofrendar para que con esa reiterada contundencia, deje impreso su mensaje en el hombre del ayer, hoy y mañana.
¡Ser colaboradores con el Sol-Cristo-Horus!
¡Abramos nuestros ojos!
Ellos sabían que solo unos pocos permanecerían fieles a los dioses.
Para quien quiera seguir sus huellas ¡ahí está el testimonio pétreo del templo de Debod!
Como dicen los sagrados textos, “que el que quiera ver, vea, porque aquí hay sabiduría”.
Sagrario Salas