No hay lugares silenciosos en las ciudades del hombre blanco.
Ningún lugar donde escuchar como brotan las hojas en la primavera
o el zumbido de las alas de un insecto.
¿Y qué queda de la vida si un hombre no puede escuchar el graznido solitario del chotacabras?
o las discusiones de las ranas en torno a un estanque en la noche?
Todo lo que le pase a la Tierra
le pasará también a los hijos de la Tierra.
Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos. Porque nosotros sabemos esto: que la tierra no le pertenece al hombre; es el hombre quien pertenece a la Tierra. Esto sabemos. Todas las cosas están relacionadas entre sí, como la sangre que une a una familia. Todo lo que le ocurra a la Tierra les ocurrirá también a los hijos de la Tierra. El hombre no tejió la trama de la vida: el hombre no es más que un hilo de ella. Todo lo que le haga a esa trama se lo hace a sí mismo.
Cada palmo de esta Tierra es sagrado para mi pueblo.
La savia que corre por los árboles porta los recuerdos del piel roja.
Nuestros muertos nunca olvidan esta hermosa Tierra, pues es la madre del piel roja. Nosotros somos parte de la Tierra, y ella es parte de nosotros.
El murmullo de las aguas es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos, ellos apagan nuestra sed.
El aire es precioso para el piel roja,
pues todas las cosas comparten el mismo aliento.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestros caminos.
La tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, se va.
Su voracidad devorará la Tierra y no dejará atrás más que un desierto.
Pero quizás sea porque yo soy un salvaje y no lo comprendo. ¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos los animales desaparecieran,
el hombre moriría de una gran soledad espiritual.
Pues todo lo que les ocurra a los animales, no tardará en ocurrirle también al hombre.
Caballo Loco se sumió en el sueño y entró en el mundo donde no hay otra caso salvo los espíritus de todas las cosas. Ése es el mundo real que hay detrás de éste, y todo lo que vemos aquí es como una sombra de ese mundo.
Todas las cosas son obra del Gran Espíritu. Todos deberíamos saber que él está dentro de todas las cosas: de los árboles, de la hierba, de los ríos, de las montañas y de los animales de cuatro patas, y del pueblo con alas: y aún más importante, deberíamos comprender que él está por encima de todas esas cosas y pueblos.
La tierra no le pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la Tierra.
Esta tierra es preciosa para el Creador, y hacerle daño a la Tierra es acumular desdenes sobre el Creador.
Nuestros muertos nunca olvidan esta hermosa Tierra, pues es la madre del piel roja. Nosotros somos parte de la Tierra, y ella es parte de nosotros.